Anahí
Baylon Albizu
Grabiel Garay acaba
de publicar otro libro que contiene dos cuentos para niños: La rana Victoria y
Astor y la bola encantada. Lo primero
que vemos es una cubierta satinada, ilustrada con el dibujo de una rana alegre
y colores sencillos, que tiene el poder de atrapar niños como pude verificarlo
al ofrecerlo en la Hora del Cuento junto con muchos otros libros, y resultó
siendo escogido para la primera lectura.
Por dentro, algunas ilustraciones se prestan para ser coloreadas por los
pequeños lectores. En buena cuenta se
trata de un ejemplar que invita a ser internalizado, lo que demuestra que no es
necesario un “libro-objeto” o un “libro-juguete”, sofisticado y de alto precio
para que los chicos se apropien de él.
La primera historia, la de Astor y la
bola encantada, se desarrolla como todos los cuentos en un lugar indefinido,
pero la referencia a los algarrobos y al juego del tumba latas remite a Piura
sin ningún esfuerzo. El conflicto se presenta cuando la ardilla tiene que
escoger entre sus amigos de siempre y la extraña bola mágica. Astor elige a los amigos y se deshace del
llamativo encanto. Los participantes en la Hora del Cuento terminaron
describiendo otros juegos que las pantallas electrónicas van desplazando de la
vida cotidiana de los niños pero por lo visto, no de su memoria social.
La rana Victoria,
cuando supo que su amiga estaba en peligro, no dudó en acudir al rescate y supo
encontrar y convencer a quien podía ayudarla.
Elaboraron un plan, distrajeron al enemigo, corrieron varios riesgos,
transformaron los fracasos en triunfos, hasta que al final el éxito les
devolvió la alegría a todos.
El profesor Grabiel
Garay acompaña sus cuentos con unas propuestas de recreación que van mucho más
allá de los inútiles cuestionarios que con frecuencia se presenta a los niños
para “evaluar” su comprensión lectora y que lo único que consiguen es alejarlos
de la lectura porque en lugar de estimular el placer la asocian con el trabajo
escolar. Lo que hace Garay es invitarlos
a jugar con las palabras y con las imágenes y los acompaña en la aventura, él
es un auténtico promotor. Sus historias
se prestan a juegos de predicción, y al final del libro nos propone dos cuentos
breves que, como en la más antigua tradición oral latinoamericana, engarzan una
historia con otra en lo que puede ser un cuento sin final. Sin duda, este libro
es un buen material para quienes deseen embarcar a sus niños en el mundo de la
lectura.
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